El sitio más privilegiado del Olimpo del fútbol está reservado unánimemente a cuatro futbolistas: Alfredo Di Stéfano, Pelé, Diego Armando Maradona y Johan Cruyff. Se rumorea que ya han comprado un quinto asiento para Leo Messi y si el argentino llega a tal distinción será por sus éxitos con el Barcelona, club al que convirtió en ganador Johan Cruyff.
En verano de 1988, el Barça venía de una temporada
calamitosa con Luis Aragonés en el banquillo y con un motín de los futbolistas
contra el presidente José Luis Núñez. Aquella temporada se salvó con el triunfo
en la Copa del Rey con gol de aquel central-delantero centro de emergencias
llamado Alexanco.
Núñez se deshizo de más de la mitad de la plantilla y como
entrenador contrató a Johan Cruyff. Ni el culé más optimista pensó en ese
momento como ese fichaje iba a cambiar la historia del club catalán. Nadie se
dio cuenta de que Núñez no había fichado a un entrenador, había fichado a un
visionario.
Hendrik Johannes Cruyff nació en Ámsterdam (Países Bajos) el
25 de abril de 1947. Su infancia transcurrió en plena posguerra, rodeado de
escombros, de las huellas de la metralla y de personas adultas que se mueven
entre una tímida sensación de esperanza y una pesada carga llena de terror,
sufrimiento y lágrimas.
Una vez más el balón sirvió como herramienta para que los
chavales tuvieran una infancia lo más alejada posible a la pesadilla pasada
pero siempre presente. Jopie (como le llamaba su madre) creció a 500 metros del
estadio del Ajax, club al que llegó a los 10 años. El 15 de noviembre de 1964,
con 17 años, debutaba con el primer equipo del Ajax en una derrota por 3 a 1 en
la que él anotó el único gol Ajacied.
En los siguientes años el Ajax se convirtió en el dominador
del fútbol holandés y en 1969 se plantaron en la final de la Copa de Europa.
Era la primera vez que el mundo del fútbol tenía noticias de Holanda, aquel
país de canales y molinos era tradicionalmente un país de ciclistas pero no de
futbolistas. Un todavía joven Cruyff vio como el Milan de Nereo Rocco les
arrolló con un 4-1 en esa final jugada en el Bernabéu; pero algunos periodistas
españoles presentes en esa final vieron algo en el equipo derrotado. Se fijaron
en un delantero flaco, de movimientos elegantes, dinámicos, ligeros y de
técnica exquisita; para ellos el Milan ganó la Copa, pero Cruyff ganó el
partido, por así decirlo.
La unión de Cruyff con otro visionario, el técnico Rinus
Michels, daría sus frutos en 1971 con la primera Copa de Europa para el Ajax.
Michels dejó el equipo ese año para ser seleccionador holandés pero el Ajax
ganó las dos siguientes Copas de Europa de la mano de Stefan Kovacs. Acompañado
por Rep, Krol, Suurbier, Neeskens, Haan, etc., Cruyff y ese Ajax marcaron época
en el fútbol europeo.
En 1974 Holanda se presentó en Alemania Occidental para
afrontar el Mundial de Fútbol. Aquella Holanda, que era el Ajax más algún
jugador del Feyenoord como Van Hanegem, enseñó al mundo un nuevo fútbol, el
fútbol total. El fútbol del cambio de posiciones constantes, de la presión alta
y adelantada, de la circulación rápida de balón. Sus victorias 2-0 a Uruguay y
Brasil y 4-0 a Argentina fueron la prueba de que Europa (Polonia y Yugoslavia
secundaron a la Oranje en esa revolución) había evolucionado y Sudámerica se
había quedado anclada en el pasado.
Aquella Holanda no ganó el Mundial, perdió la final contra
la anfitriona 2-1, pero ese equipo quedó en el recuerdo del aficionado
desmontando esa patraña de que la historia sólo recuerda al campeón. En cierto
modo, el desenlace de ese Mundial 74 fue como si en una comedia romántica el
chico en vez de acabar besando a la chica, acaba con la mejor amiga de ésta,
que es mona y simpática, pero no era lo que esperábamos ni queríamos.
Los caminos del Barça y Cruyff se habían cruzado un año
antes, en 1973, cuando fue el fichaje estrella del fútbol europeo. No fue una
etapa tan triunfal como se esperaba, ganó la Liga en su primer año con 0-5 en
el Bernabéu incluido, dejó aquel imborrable gol de tijera en el Calderón y se
despidió con la Copa del Rey ganada en el 1978.
Tras negarse a ir al Mundial de Argentina por la situación
política que se vivía en el país sudamericano, se fue a jugar a la NASL de
EEUU, pasó fugazmente por el Levante en Segunda División y volvió a casa para
jugar con el Ajax y terminar su carrera ganando un doblete en 1984 con el
eterno rival, el Feyenoord, acompañando a un joven Ruud Gullit.
En 1985 ya era entrenador del Ajax y ganó dos Copas de
Holanda y una Recopa de Europa. Entre sus pupilos estaban Marco Van Basten,
Frank Rijkaard, Jan Wouters, Aron Winter y el veteranísimo Arnold Múhren. Tan
veterano que había sido compañero suyo en los años gloriosos del Ajax de
principios de los 70.
Y volvemos a ese verano del 88, Cruyff llega para calmar los
ánimos caldeados en Can Barça. El equipo tarda en arrancar, pero logra ganar la
Recopa a la Sampdoria en su primer año. El segundo año no fue mucho mejor; la
gente no entendía sus métodos: ese 3-4-3 que dejaba al equipo sobreexpuesto
defensivamente, la figura del delantero centro se desvanecía en su sistema,
poner a un killer como Lineker de extremo derecho. Eran ideas que sonaban a
ocurrencias. Cruyff llegó a la final de Copa del Rey de 1990 contra el Real
Madrid con el ultimátum de Núñez bajo el brazo. El Barça ganó esa final, Cruyff
siguió y la historia del Barça cambió.
Llegaron las cuatro ligas seguidas y sobre todo, la Copa de
Europa del 92 en Wembley. Aquel cañonazo de Koeman a la Sampdoria, cuando ya se
empezaba a ver en el horizonte el fantasma de los penaltis como en la final
perdida en 1986, fue la liberación para un club que veía como otros clubes de
menor nivel e historia ya tenían una "orejona" en sus vitrinas
mientras a ellos se les resistía. Aquella etapa acabó abruptamente con la
derrota 4-0 frente al Milan en Atenas; una derrota en la que Cruyff pecó de
soberbia, una cualidad que siempre lució para bien o para mal. Pero hoy ese
borrón queda difuminado entre los éxitos conseguidos y su legado, su
importantísimo legado.
Su imposición de que todos los equipos del filial jugaran de
la misma forma se mantuvo en el club incluso después de su marcha en 1996. Esa
continuidad en la filosofía ha dado al Barça un estilo reconocible, una forma
de jugar que con sus altibajos, ha dado la etapa más gloriosa del club.
Antes de 1988, el Barça había ganado 10 ligas y todavía
estaba esperando su primera Copa de Europa como aquellos personajes
surreralistas y absurdos de Beckett esperaban a Godot. Hoy, casi tres décadas
después el Barça tiene 23 Ligas (y muy cerca la 24) y 5 Copas de Europa. No es
casual que los éxitos del Barça post-Cruyff hayan llegado con entrenadores como
Van Gaal, Rijkaard, Guardiola o el malogrado Tito Vilanova; todos ellos tienen
que ver con Cruyff, o con el Ajax o con
ambos. Incluso el actual entrenador, Luis Enrique, fue discípulo de Van Gaal.
Aquel bautizado Dream Team de Cruyff con Zubizarreta,
Koeman, Bakero, Guardiola, Stoichkov, Laudrup, Romario, etc., cambió el gusto
del aficionado español tomando el relevo de "La Quinta del Buitre",
que años antes hiciera lo mismo en el eterno rival. Aquellas dos escuadras que
sumaron nueve ligas seguidas entre 1985 y 1994 desterraron para siempre de
nuestro país aquel concepto tan enfervorizado como vacío e inútil que era La Furia.
Se cambió el patadón p'alante y a correr por bajar el balón
al verde, el correr, correr y correr como pollos sin cabeza por correr sólo
cuando hacía falta; el miedo a encajar gol por no importar si te meten dos
goles si tú metes cuatro, el dar prioridad al músculo por dejar que el cerebro
mandara porque al fútbol se juega con el cerebro, los pies son sólo
herramientas.
Palabra de flaco, palabra de genio.
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