Nacido en Buenos Aires (Argentina) el 4 de
julio de 1926 e hijo de descendientes de italianos y franceses, los
primeros pasos como profesional de Di Stéfano fueron en todo un gigante
del fútbol mundial, el River Plate. Aquel River de 1945 era un equipo de
entretiempo porque el periodo glorioso de “La Máquina” empezaba a
decaer. “La Máquina” dominó de forma casi tiránica el fútbol argentino
de la primera mitad de los 40 gracias a la delantera Moreno, Muñoz.
Pedernera, Labruna y Loustau. De ese equipo sólo hay referencias
fotográficas y crónicas periodísticas, dándole una pátina de equipo
legendario, casi mítico, cuyo recuerdo vive hasta hoy.
Di Stéfano llegó a River de la mano del que
sería otra leyenda del club, el meta Amadeo Carrizo y ambos serían
vitales para que el equipo fuese competitivo esos años tras la marcha de
Muñoz y Pedernera, pero ya no era lo mismo.
Tras conquistar los títulos nacionales en
1945 y 1947, una huelga de futbolistas lleva a Di Stéfano al futbol
colombiano. Era 1949 y su nuevo equipo es Millonarios de Bogotá; allí,
en un campeonato más modesto, arrasa y gana tres campeonatos nacionales.
En 1952 el Real Madrid celebra sus bodas de
oro y Millonarios es invitado para participar en un torneo creado para
tamaña efeméride. El equipo colombiano se lleva el torneo tras derrotar
al Real Madrid 2-4 en la final bajo la atenta mirada de un Santiago
Bernabéu que inmediatamente se puso manos a la obra para su fichaje.
Aquel traspaso fue polémico porque el
Barcelona se había movido primero negociando con River Plate, que
mantenía los derechos sobre el futbolista compartidos con Millonarios,
que a su vez negoció con el Real Madrid, lío a la vista.
La FIFA, cual Salomón, decidió que jugará dos
años para los merengues y los dos siguientes para los culés. El caso es
que el Barça acabó renunciando a sus derechos por motivos nunca
aclarados del todo. Unos mantienen que el Barça lo hizo tras ver la
discreta actuación de Di Stéfano en sus primeros meses en España; otros
dicen que el Barcelona se vio obligado a renunciar a sus derechos tras
recibir una “amistosa sugerencia” de altos cargos del régimen
franquista.
Sea
como fuere, esa renuncia del Barça cambió la historia del fútbol
mundial. Di Stéfano lideró al Real Madrid durante 11 temporadas colmadas
de títulos entre los que brillan con luz propia la conquista de las
cinco primeras ediciones de la Copa de Europa.
En aquel equipo de leyenda –de éste si hay
material videográfico-, el crack argentino estaba rodeado por grandes
defensas como Marquitos y Lesmes, Zárraga y Miguel Muñoz en la medular,
el infatigable Gento por la zurda y Rial por el centro. Al equipo blanco
llegarían en años siguientes el extremo derecho francés Kopa, el
zaguero uruguayo Santamaría y sobre, Ferenc Puskas. Todos ellos
grandísimos peloteros pero siempre ensombrecidos en su justa medida por
Di Stéfano.
En
la época de su máxima popularidad Di Stéfano llegó a protagonizar dos
películas: “Saeta Rubia” -1956, Javier Setó- y “La batalla del domingo”
-1963, Luis Marquina-; eran cintas semi-autobiográficas llegando en
algunos momentos a tambalearse entre lo ridículo y la oda exagerada.
Antes de ser protagonista ya había intervenido como secundario en la
película argentina “Con los mismos colores” -1949, Carlos Torres Ríos- y
en la más recomendable “Once pares de botas” -1954, Francisco Rovira
Beleta-.
Sin embargo, fuera del ámbito futbolístico,
los dos hechos curiosos que protagonizó fueron el secuestro que sufrió
en 1963 en Caracas y el famoso anuncio de medias femeninas Berkshire que
protagonizó un año antes.
El
secuestro fue llevado a cabo en Venezuela el 26 de agosto de 1963 por
las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). El cautiverio duró
sólo 72 horas en las que fue tratado con el máximo respeto y donde
incluso le dejaban elegir menú. El secuestro sólo fue un modo de llamar
la atención de la comunidad internacional sobre la situación social y
política de Venezuela en aquellos momentos. Tampoco es que la situación
actual sea mejor.
El
anuncio de Berkshire tuvo más transcendencia porque a menudo se
relaciona ese anuncio como la ruptura Bernabéu-Di Stéfano. Santiago
Bernabéu era un hombre de valores muy apegados a su época –por decirlo
finamente- y ver en el ABC a su estrella “posando” con medias de mujer
le dejó al borde del infarto.
El anuncio fue retirado inmediatamente –Don
Santiago en la España de los 60 mandaba mucho- y la relación
presidente-estrella quedó dañada para siempre. Desencuentros aparte, Di
Stéfano ya se dirigía a los cuarenta años y tuvo que dejar la casa
blanca en 1964. Aparte de las 5 Copas de Europa, ganó 8 Ligas, 1 Copa de
España y 1 Intercontinental.
Los cuarenta años los cumplió jugando para el
Espanyol, donde jugó dos temporadas a buen nivel. Así concluía una
carrera gloriosa con un solo lunar: el Mundial. Di Stéfano sólo pudo ir
convocado a un Mundial, el del 62 en Chile, donde fue con la selección
Española; pero una lesión le obligó a ver el campeonato desde la grada.
Es bastante triste que uno de “Los 4 grandes” no pudiera jugar ni un
solo minuto en el Campeonato más importante ,pero ese detalle engrandece
su figura.
Di Stéfano era un futbolista total que
abarcaba todo el campo. Las veces que acabó en gol suyo una jugada que
él mismo había comenzado 50 metros atrás son innumerables. En él se
mezclaban el talento, la inteligencia, la capacidad física y ese “algo
especial” indefinible que sólo poseen los elegidos.
También
hizo carrera como técnico pero más modesta. Brilló particularmente con
el Valencia, al que dirigió hacia el título de Liga de 1971 –un equipo
con los Claramunt, Sol, Forment, Pellicer, Paquito y el argentino
Valdez-; y la Recopa de Europa de 1980 en una final resuelta por
penaltis contra el Arsenal en el Estadio de Heysel (Bruselas).
Quizá su gran legado como entrenador fue el
hacer debutar en 1983 con el Real Madrid a “La Quinta del Buitre”, base
del equipo que años después –sin él en el banquillo- dominaría el fútbol
español la segunda mitad de los 80; y que supuso un intento meritorio
de que en España se impusiera a la clase y la técnica al trote y a la
tan publicitada como inútil “furia”.
Di Stéfano vivió más o menos alejado del
primer plano hasta que Florentino Pérez, tras ser elegido Presidente del
Real Madrid en 2000, decidió crear el cargo de “Presidente de Honor”
para que volviera a ser imagen del club. Fue una decisión sensata,
acertada y justa, porque ese honor sólo podía recaer en el futbolista
más grande que jamás haya vestido esa camiseta.
Rayco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario