martes, 19 de agosto de 2008

RECUERDOS DE ORO: POR KUNG FU MASTER

Nuestro sexto autor invitado es Kung Fu Master, lector y blogero.
Todavía persisten en Vigo lugares donde se practica la caza de enormes especies ultramarinas, que no submarinas. Hermosas criaturas de doradas crines y lomos brillantes, que los marinos intentamos arponear con ímpetu, pero la fascinación ciega nuestra mirada y erramos casi siempre. Al final de la jornada, nos sentamos en las tabernas cercanas, contemplando el azul inmenso batido por el viento sumidos en melancólicos pensamientos. Allí me encontraréis.
Podéis llamarme Kung Fu Master.
En ocasiones, jóvenes arponeros me despiertan de mi ensueño con una pregunta mil veces oída: “Master, ¿qué era tan especial entonces?”. A cambio de un trago les relato la historia, que discurre entre los años 1976 y 1990, que ahora os cuento a vosotros por el simple precio de vuestra atención, el tesoro más codiciado.
Tenía uno la convicción a lo largo de los 80 de vivir en una época de post modernidad absoluta. Prueba de ello la daba la emisión semanal en horario de tarde de “Tocata”, donde te hacían mover el esqueleto los mejores grupos.

Recuerdo especialmente la actuación de Village People cantando “Sex over the phone”… ¡con una lagarta detrás en ropa interior maquillándose en un tocador!. Mi abuela, espantada ya por mis bailes, acusó a los directores del programa y al gobierno en general de fomentar “a los de la droga” (¿?). Y eso que no sabía lo de los Village…

El cine, la televisión y la música se vivían con pasión, y el día a día de sus revolucionarios avances era comentado en encendidas discusiones. Los de los 60, que intentaban convencernos de que en sus tiempos las cosas eran mejores, eran conjurados con “La bola de Cristal”, y barridos por su fuerza anárquica. Recuerdo, y muchos no me creen, una entrevista realizada en el programa por Lolo Rico a Pedro J. Ramírez. Era para ver como uno podía hacerse periodista, y hasta aquí la cosa es rara pero creíble. Pero el caso era que el interesado en hacerse periodista era un pato (que sí) que Lolo sostenía en sus manos y al que dirigía sus respuestas el director de El Mundo.
Los de los 70 estaban demasiado drogados para decir nada, y los fachas sabían bien que su tiempo se había terminado, de forma que ni existían para nosotros. Ahora los levantan de sus tumbas y les dan un protagonismo del todo inaceptable con fines torticeros…
Pero entonces no había tiempo para estupideces, porque cada segundo de televisión estada ocupado por programas y series explosivas. El mejor de todos ellos, nacido en 1983, “Barrio Sésamo: entering Espinete”, porque ya había un "Barrio Sésamo" anterior protagonizado por la gallina Caponata y el caracol “Perez-Gil”, gracieta traída a cuenta por el color verde del gasterópodo. Ocurre que soy tan anciano que no me gusta reconocer que vi y recuerdo esa edición arcaica y la llegada después del erizo, sin duda el mejor animador infantil de la historia y el más querido por todos. Reto a la infame TVE a que reponga este programa en su horario habitual de tarde, y lo hago apostando todo mi patrimonio a que obtendrían mejores índices de audiencia. No puedo decir más, adoro a Barrio Sésamo e idolatro a Epi, a Blas, a Coco, a Triki y a sus sketches, tan refinados que recreaban a veces viejos cuentos japoneses (con un loco dándole al gong de fondo, qué flashback me viene ahora) o nada menos que sesiones de jazz (que sí, que es verdad) o versiones de los Beatles, como el afamado Letra B.
Y antes, mucho antes, casi oculto por la niebla de la memoria, "El osito Misha", respuesta soviética a Yogui, y sus amigos los zorros bailando eternamente en su colorista calabozo donde estaban por mangantes.


Y después el contraataque, que no era cosa de enfadar a los USA, nuestros aliados, con “El osito Yaki”. Mi oso favorito es, no obstante, “Tao Tao”, un panda del que guardo con amor su calendario “Teleindiscreta” de 1985.
Especialmente queridos para mí eran “Baner y Flapy”, dos ardillas con amistades peligrosas, entre las que destacaban un búho que les advertía que de día todos amigos, pero por la noche podrían ser su cena…
En cualquier momento a partir de las cinco podían caer unos dibujos, y al oír la entradilla preparada por TVE al efecto, salía disparado a verlos aunque no me gustasen, y mis padres respetaban semejante alteración en los horarios de estudio con resignación. Así, uno se veía sorprendido por “Cantinflas”, “Abbott y Costello” o “Leoncio el León y Tristón” en cualquier momento, porque la tele estaba hecha para nosotros.

Aunque a veces no lo parecía. La mano abierta para la carne y la sangre (y la cosa era mucho más cruda que ahora) sólo se veía filtrada por los rombos. Tenía cierta habilidad a la hora de sortearlos, pero luego solía ser interceptado. Mi primera tarjeta roja se produjo con “Harry el Sucio” (1971) emitida en “Viernes Cine”.

Cuando Harry clava una navaja en la pierna de Scorpio y luego comienza a interrogarle mientras se la pisotea en medio de un estadio vacío, fui inmediatamente expulsado a los vestuarios (a la cama, vamos). En medio de mi protesta, basada en el respeto a la figura de Don Siegel, apareció el cadáver de una joven asesinada por el malvado, de manera que aquello pasó a ser “te vas a ir pero calentito además”.


Y caliente andaba yo con las lagartas de “V”, que cómo estaba esa Diana. Letal y hermosa como ninguna, aunque había defensores de Lydia, cuya intérprete salía en varios episodios de “Magnum, P.I.”, reina de la autonómicas y mi favorita total. Lo de que en “V” Donovan y Julie entraran y salieran del cuartel de los visitantes como si fuera un merendero me resultaba lamentable incluso entonces.


Muy buena también era “La fuga de Logan”, y tanto me gustaba que me agencié un pijama de felpa igualito al uniforme que llevaban en la serie. Lo del coche sin ruedas era todo un misterio que prefiero no resolver.

Todo esto terminó. TVE murió de éxito, y de ella se puede decir que lo hizo genial hasta que tuvo competencia. El declive comenzó con Yupi, y cuando “El coche fantástico”, “El halcón callejero”, “El trueno azul” y otras series gloriosas de verano fueron vilmente asesinadas por la emisión de repugnantes culebrones.



Pero no me despediré así, sino recordando los comics Forum a 95 pelas y al gran Stacy Keach recorriendo Nueva York como Mike Hammer. Sus fotogramas poco dicen de Nueva York y de la delincuencia, pero sí me hablan de mi infancia en Vigo, de las tardes sobre la moqueta, de los que se han ido y continúan vivos en nuestros corazones…

Kung Fu Master.

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